En un remoto rincón de Turquía yace un sueño truncado de opulencia y lujo: Burj Al Babas, un ambicioso proyecto destinado a convertirse en un enclave para los más adinerados, ahora se alza como un monumento abandonado a la ambición desmedida.
Inicialmente concebido como una suerte de pueblo al estilo Disney, Burj Al Babas debía albergar más de 700 imponentes castillos, evocando imágenes de la Europa medieval y los cuentos de hadas. Sin embargo, lo que comenzó como un proyecto visionario pronto se desvaneció en la realidad desoladora de un fracaso financiero monumental.
En el pintoresco paisaje entre Estambul y Ankara, a orillas del Mar Negro, este proyecto, gestado por inversores del grupo Sarot en 2011, prometía ser un refugio exclusivo para las élites, con precios que oscilaban entre los 400.000 y 500.000 euros por castillo. Sin embargo, tras la tala de árboles y la destrucción de vastas extensiones de terreno, el sueño se tornó en pesadilla.
Con la aprobación del gobierno turco, el proyecto atrajo rápidamente la atención de adinerados compradores de toda la región, pero el optimismo inicial se desvaneció rápidamente. En 2016, la combinación de la caída del precio del petróleo y las tensiones geopolíticas provocaron un colapso financiero, dejando a la constructora en la bancarrota y a la urbanización en ruinas.
A pesar de la venta de decenas de propiedades a inversores entusiastas, incluidos compradores de países como Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes, el proyecto no pudo mantenerse a flote.
Hoy en día, Burj Al Babas yace como un espectro de lo que pudo haber sido, con 587 castillos construidos pero abandonados, mientras una deuda de 27 millones de dólares cierne sobre el paisaje desolado. Una lección sobre los peligros de los excesos y la especulación descontrolada, este pueblo de castillos vacíos sirve como recordatorio de que los sueños de grandeza a menudo están destinados a desmoronarse.