Russell O’Grady pasó más de tres décadas trabajando en un McDonald’s de Sydney, donde se convirtió en un ícono local y en una fuente de inspiración para muchos. A los 50 años, decidió retirarse dejando atrás clientes que lo visitaban solo para verlo y compañeros de trabajo que lo consideraban parte de la familia.

Un trabajador querido por toda la comunidad
O’Grady comenzó su carrera en McDonald’s en 1986, cuando tenía 18 años. En una época en la que pocas personas con discapacidad encontraban oportunidades laborales, él demostró que podía desempeñar múltiples tareas, desde empacar cajas para fiestas hasta ayudar en la cocina. Su esfuerzo y entusiasmo le valieron el cariño de clientes y empleados, que lo apodaron «la persona más conocida de Northmead».
Su supervisor en McDonald’s, Courtney Purcell, destacó que Russell tenía clientes que acudían específicamente los días que él trabajaba para saludarlo. «Es un verdadero ícono en nuestra comunidad», afirmó. Su padre, Geoff O’Grady, contó que incluso en la calle la gente se detenía para darle la mano y agradecerle por su amabilidad.

Una vida después del trabajo
Desde que se jubiló en 2018, Russell ha encontrado una nueva pasión en los bolos. Pasa gran parte de su tiempo en las pistas de Castle Hill y ya ha logrado una puntuación personal de 100 puntos. Durante una entrevista radial con Ray Hadley, cuando le preguntaron qué hacía en su retiro, respondió con humor: «Acabo de levantarme de la cama».
Su hermano Lindsey, quien siempre lo ha acompañado, aseguró que la familia está inmensamente orgullosa de su dedicación y alegría. «A veces es bastante descarado, pero es mi hermano mayor y me mantiene a raya», comentó entre risas. Russell O’Grady no solo dejó una huella imborrable en McDonald’s, sino que también demostró que las personas con discapacidad pueden tener un impacto positivo en la sociedad cuando reciben oportunidades. Su historia sigue inspirando a muchos y recordando la importancia de la inclusión en el mundo laboral.