El profesor que transformó su cáncer terminal en una lección de vida para sus alumnos

Cuando le diagnosticaron un cáncer de pulmón en etapa cuatro, Bryant Lin no se rindió. En lugar de encerrarse en el dolor, decidió enseñar una última gran lección: cómo se vive con una enfermedad terminal desde el corazón, la mente y el alma.


Del aula al hospital… y de regreso

Bryant Lin, profesor de Medicina en la Universidad de Stanford, recibió la noticia más dura de su vida: 50 tumores en el cerebro, metástasis en el hígado, en los huesos, y un pronóstico irreversible. De ser un médico activo, pasó de un momento a otro a convertirse en paciente con cáncer terminal.

Durante las primeras semanas, atravesó rápidamente las cinco etapas del duelo. Lo que a muchos les toma años, él lo vivió en días. Pasó de la negación a la aceptación con una determinación sorprendente. Y entonces se hizo una pregunta: ¿Cómo puedo transformar esto en algo positivo?


El curso más valiente de Stanford

En vez de retraerse, Lin ideó un curso para estudiantes de medicina al que llamó «Del diagnóstico al diálogo: la lucha de un médico contra el cáncer en tiempo real». Su historia personal no solo se volvió un contenido académico, sino un espejo de humanidad para todos los que llenaron la sala 308 de la facultad… y luego una aún más grande, por la alta demanda. Cada semana compartía sus emociones, su experiencia como paciente y su visión sobre lo que realmente significa cuidar a una persona. No solo abordó temas médicos, también incluyó clases sobre espiritualidad, salud mental, conversaciones difíciles y nutrición. Invitó a su esposa, a amigos, a pacientes y a otros médicos. Cada clase fue una carta abierta al mundo.

Lin no comenzó su vida como médico. Estudió ingeniería eléctrica y ciencias computacionales en el MIT, trabajó en el sector empresarial, y luego decidió seguir su pasión: la medicina. Stanford se convirtió en su segundo hogar. A lo largo de dos décadas, desarrolló investigaciones, recibió patentes por dispositivos médicos y ocupó cargos importantes en la universidad. Siempre le interesaron las humanidades médicas. Para él, la medicina sin conexión humana no tiene sentido. Por eso creó espacios de música, escritura y arte, incluso en plena pandemia. Cuando la distancia separaba a todos, Lin organizó conciertos por Zoom que más tarde dieron vida a una orquesta real.


Una historia que duele y enseña

El cáncer llegó en silencio, disfrazado de una simple tos. No fumaba, no tenía antecedentes graves. Cuando le hicieron un examen pulmonar, los médicos encontraron un adenocarcinoma vinculado a una mutación genética más frecuente en la población asiática. Como investigador, ya estudiaba ese tipo de cáncer sin saber que lo enfrentaría en carne propia. La ironía de la vida le pareció tan absurda como fascinante. «No es común que uno estudie una enfermedad y luego la viva, pero puede pasar», dijo con una sonrisa serena.

El curso que creó en Stanford se volvió una experiencia transformadora para todos los que lo escucharon. No enseñaba con láminas médicas, sino con historias reales. Cada clase era una carta para sus alumnos, su familia y el mundo. En la primera sesión leyó una carta que le escribió un paciente antes de morir: «Gracias por cuidarme como si fuera tu padre». La emoción llenó el aula. Y así, semana a semana, Lin compartió su dolor, su esperanza y su amor por la vida


El valor de lo cotidiano y lo sagrado

Gracias a una combinación de quimioterapia y un tratamiento oral, Lin logró estabilizarse. Los tumores cerebrales desaparecieron por ahora, aunque el cáncer en otras partes del cuerpo sigue presente. Disfruta su trabajo, da clases virtuales, pasa tiempo con su esposa y sus hijos Dominic y Atticus.

Cuando ve parejas mayores caminando por la calle, siente tristeza. Sabe que quizás no llegue a envejecer con su esposa. Pero no se rinde. A diario se pregunta si vale la pena cada cosa que hace. Y cada vez responde: sí.

Su mayor deseo es ver a sus hijos graduarse. Cree que puede vivir cinco años más, o incluso más, si los avances médicos siguen progresando. Pero también se prepara para cualquier escenario. Ya escribió una carta para sus hijos. En ella dice:

«Lo que más quiero en el mundo es estar aquí con ustedes, guiarlos, vivir junto a ustedes. Esté o no esté, quiero que sepan que los amo. De todas las cosas que le han dado sentido a mi vida, ser su papá es la mejor de todas.»

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