El pasado 3 de junio, Morrie Markoff, el hombre más anciano de Estados Unidos, falleció a los 110 años en su hogar en Los Ángeles.
Ahora, su cerebro será analizado por científicos en un intento de comprender mejor cómo algunas personas pueden mantener sus facultades cognitivas intactas hasta edades tan avanzadas.
Una vida larga y curiosa
Markoff, nacido en 1914 en East Harlem, Nueva York, era hijo de inmigrantes judíos rusos y sobrevivió a la pandemia de gripe española de 1918. Aunque solo asistió a la escuela hasta el octavo grado, su sed de conocimiento nunca cesó. A lo largo de su vida, trabajó como maquinista y en empresas de electrodomésticos, y siempre mostró una curiosidad insaciable por la ciencia y la tecnología.
Su hija, Judith Hansen, de 81 años, comentó sobre su padre: «Publicó un libro y un blog, pero ahora entrará en los anales de la investigación científica. Le encantaba la ciencia. Con su educación de octavo grado, leía Scientific American y lo discutía con amigos. Amaba la ciencia”.
La Donación y su Impacto Científico
La decisión de donar el cerebro de Markoff se tomó después de que un accidente cerebrovascular lo llevó a cuidados paliativos poco antes de su muerte. Hasta sus últimos días, Markoff se mantenía mentalmente activo, leyendo el periódico en su iPad gracias a la ayuda de su cuidadora, Rosario Reyes, a quien Judith describe como “un ángel”.
El análisis del cerebro de Markoff será gestionado por el Brain Donor Project, en colaboración con el NeuroBioBank de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. Según Tish Hevel, CEO de la organización, «es esencial estudiar cerebros sanos para compararlos con aquellos afectados por enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer».
Durante su vida
Markoff publicó un libro titulado «Keep Breathing: Recollections from a 103-year-old» y exploró la escultura en metal, con sus obras exhibidas en una galería de Los Ángeles. Su curiosidad y deseo de aprendizaje lo llevaron a descubrir Wikipedia en sus últimos años, demostrando su constante búsqueda de conocimiento.
Este proyecto no solo ayudará a entender mejor el envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas, sino que también resalta la importancia de la donación de cerebro para la ciencia. Como destacó Hevel, «el cerebro es la fuente de identidad personal, es increíblemente íntimo, y eso es lo que realmente me emocionó, que tanta gente esté motivada a donar”.
Judith Hansen reflexionó sobre lo feliz que estaría su padre al saber que su cerebro sería estudiado: “Él realmente creía en la ciencia. Había bromeado con él sobre la donación de órganos. Le dije, bueno, ‘Pap, no creo que quieran los tuyos porque son muy viejos’”. Irónicamente, es precisamente esta longevidad lo que hace que su cerebro sea de tanto interés científico.
La investigación sobre el cerebro de Morrie Markoff promete ofrecer valiosas pistas sobre el envejecimiento y las razones por las cuales algunas personas logran mantener una agudeza mental excepcional hasta edades muy avanzadas, continuando su legado de amor por la ciencia y el conocimiento.