Lo que comenzó como una escapada al aire libre con amigos en Colorado terminó en una pesadilla para Max Armstrong, un hombre de 40 años que nunca imaginó que una simple quemadura en el pulgar podría costarle ambas piernas.

Un accidente que parecía insignificante
Durante un campamento en diciembre, Max cocinaba pasta para la cena cuando, por accidente, tocó una sartén caliente con el pulgar. Sintió la quemadura, pero decidió ignorarla, limpiándola y vendándola sin mayor preocupación. “No le di importancia. A lo largo de mi vida al aire libre, he tenido muchas quemaduras, cortes y raspones”, explicó.
Sin embargo, días después comenzó a notar algo alarmante: una de sus piernas se había inflamado y sus uñas de los pies empezaban a tornarse moradas. Sin entender la causa de la hinchazón, intentó seguir con su viaje hasta que su estado empeoró.

La infección se extendió rápidamente
Cuando decidió regresar a casa, su amigo le insistió en que visitara un hospital. En el camino, notó que su pulgar se había puesto negro y comenzaba a deteriorarse de manera preocupante.
Al llegar al hospital AdventHealth Parker, los médicos descubrieron que una infección de estreptococo A había entrado por la quemadura y evolucionado a sepsis, una afección potencialmente mortal si no se trata a tiempo.
Poco después de recibir atención médica, Max perdió el conocimiento. Los médicos lo indujeron a un coma durante seis días para intentar estabilizarlo, mientras su familia se preparaba para lo peor.

El despertar y una noticia devastadora
Contra todo pronóstico, Max despertó el 13 de diciembre, pero la alegría del momento pronto se desvaneció cuando notó que sus pies estaban completamente negros. Los médicos le informaron que la sepsis había destruido sus extremidades, y la única opción para salvar su vida era amputarle ambas piernas.
El 23 de diciembre, se sometió a una cirugía de tres horas, tras la cual pasó un mes en el hospital antes de ser trasladado a una clínica de rehabilitación en Colorado.

Un nuevo desafío: adaptarse a la vida sin piernas
Cuando despertó de la operación, el impacto fue abrumador. “Al principio pensé que mis piernas todavía estaban allí”, relató. El momento en que pasó la mano y sintió el vacío fue devastador, pero las enfermeras y su familia lo ayudaron a encontrar fuerzas para seguir adelante.
Ahora, Max enfrenta un largo proceso de recuperación y adaptación. Dependerá de una silla de ruedas, pero ya trabaja en fortalecer sus brazos y hombros para mejorar su movilidad. “Fue un viaje de campamento con amigos que terminó en pesadilla”, lamentó.
Este impactante caso demuestra cómo una lesión aparentemente menor puede desencadenar consecuencias inesperadas. La historia de Max también subraya la importancia de tratar cualquier herida de inmediato y buscar atención médica ante síntomas inusuales.