A los 65 años, Mirta Bellaescusa logró superar sus propios límites al enfrentar la montaña más alta del mundo, el Everest. Aunque no alcanzó los 8,800 metros de altura, llegó a los 6,200 metros, sin la ayuda de oxígeno suplementario, lo que para ella representó una victoria personal. Desde que decidió a los 59 años que las montañas serían su nuevo desafío, Mirta ha conquistado diversas cumbres y ha enfrentado prejuicios relacionados con la edad. Para ella, el Everest fue una montaña más, un símbolo de superación, donde lo más importante no fue la cima, sino el proceso.

El camino hacia el Everest
Mirta descubrió el montañismo a los 59 años, cuando subió por primera vez al Cerro de Tres Picos, en Buenos Aires. A pesar de las condiciones adversas, esa experiencia la motivó a seguir adelante. Con el tiempo, llegó a escalar en Mendoza, Aconcagua y el Nevado de Chañi, enfrentando enfermedades y condiciones difíciles en cada expedición. En cada una de estas montañas, encontró no solo un reto físico, sino una prueba mental que le permitió crecer como persona y descubrir una nueva pasión.
El montañismo requiere un intenso entrenamiento físico y mental. Mirta camina largas distancias con mochilas de hasta 20 kilos y sigue una rutina estricta de ejercicios. También trabaja con un psicólogo deportivo para mantener su fortaleza mental en condiciones adversas. «Cada paso lo caminás solo», afirma, destacando la importancia de la preparación mental para enfrentar los retos de cada montaña. Para ella, la clave está en mantener la concentración y superar los obstáculos, sin importar las dificultades.

Rompiendo barreras de edad
Uno de los aspectos más inspiradores de la historia de Mirta es cómo desafía las barreras relacionadas con la edad. A pesar de haber comenzado a escalar montañas a los 59 años, su motivación y disciplina la han llevado a lograr lo que muchos consideraban imposible. «La edad está en la cabeza», afirma con determinación. Mirta ha enfrentado miradas de sorpresa y comentarios de quienes dudan de que una mujer de su edad pueda lograr estas hazañas, pero siempre ha seguido adelante, demostrando que el verdadero límite está en la mente.
Aunque al principio su familia no comprendía su pasión por las montañas, con el tiempo aceptaron su decisión y hoy la apoyan plenamente. Sus hijos y nietos respetan su compromiso con el montañismo y ajustan sus planes a su estricta rutina de entrenamiento. Mirta no tiene intención de detenerse. Su próximo objetivo es escalar el Kilimanjaro, la montaña más alta de África, en 2025, y también el Fitz Roy en la Patagonia. Estos desafíos demuestran que su espíritu aventurero sigue intacto, y que siempre buscará nuevas cumbres por conquistar.

Un estilo de vida marcado por el montañismo
Desde que empezó a escalar, su vida ha cambiado por completo. Entrena cuatro veces por semana y sigue una dieta estricta, que ha mantenido durante 25 años. Para Mirta, el montañismo no es solo una actividad, sino un estilo de vida que la motiva y la mantiene activa. Organiza su tiempo entre su trabajo como secretaria de presidencia y su pasión por las montañas. Cada vez que siente la necesidad de un nuevo reto, se prepara para su próxima aventura, demostrando que nunca es tarde para perseguir un sueño.
Mirta Bellaescusa sigue siendo un ejemplo de perseverancia, demostrando que con esfuerzo y dedicación, se puede conquistar cualquier cima, sin importar la edad.