El mundo llora la partida de Francisco, el Papa que cambió la historia de la Iglesia con su sencillez y compasión. Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires en 1936, creció en una familia humilde de inmigrantes italianos y desde joven abrazó la fe y el servicio como motores de su vida.

De una juventud sencilla al liderazgo espiritual
Desde pequeño, Francisco trabajó duro, disfrutó del tango y alentó a su querido San Lorenzo. Tras superar una grave enfermedad pulmonar a los 21 años, decidió dedicar su vida a Dios. Ingresó en la Compañía de Jesús, se ordenó sacerdote en 1969 y se convirtió en una figura de referencia para los más vulnerables en Argentina.
Como arzobispo de Buenos Aires, prefirió el transporte público y vivió en un pequeño apartamento, siempre cerca de los pobres y de los olvidados. Esa cercanía auténtica lo acompañó hasta el final.

Un pontificado marcado por la misericordia
El 13 de marzo de 2013, el mundo conoció al primer Papa latinoamericano. Francisco eligió su nombre inspirado en San Francisco de Asís, reflejando su amor por los pobres, la paz y la naturaleza. Durante su pontificado, abrazó a enfermos, lavó los pies de presos, denunció la indiferencia global y luchó por los migrantes, los descartados y el cuidado de la casa común.
Su encíclica «Laudato si’» y su llamado a una Iglesia de puertas abiertas dejaron una huella imborrable, llevando esperanza a millones de corazones más allá de cualquier religión.

Un legado de amor y cercanía
Hasta sus últimos días, Francisco predicó con gestos sencillos y palabras profundas. Su sonrisa cálida, su fe inquebrantable y su abrazo a los más frágiles definieron una vida entregada al prójimo.
Hoy el mundo lo despide con gratitud infinita. Francisco no solo lideró la Iglesia, sino que mostró que el amor, la misericordia y la humildad son capaces de transformar la historia.