En un emotivo gesto de despedida, un grupo de empleados y clientes de un restaurante de comida rápida rindió homenaje a un cliente habitual de 91 años al asistir a su funeral y grabar su nombre en su silla favorita. La historia refleja el fuerte lazo que se creó entre el hombre y el equipo del establecimiento, quienes lo consideraban parte de su familia.

Un cliente habitual que dejó huella
Jerry Parkin, de 91 años, visitaba el restaurante todas las mañanas para compartir un café con sus amigos. Su presencia era tan constante que el personal conocía su pedido antes de que él llegara. Para los empleados, Jerry no era solo un cliente más, sino alguien especial que alegraba sus jornadas con su amabilidad y carisma.
Cuando Parkin falleció, su familia recibió una sorpresa en su funeral: los empleados del restaurante llegaron con su silla habitual, donde solía sentarse cada día. Vestidos con sus uniformes de trabajo, llevaron el asiento hasta la iglesia como un símbolo del cariño y respeto que le tenían.

Un asiento de honor para recordar a Jerry
El respaldo de la silla llevaba grabado su nombre junto con sus fechas de nacimiento y fallecimiento. La idea fue de Kevin Bennett, un amigo de café de Jerry, cuya esposa usó un quemador de madera para realizar la inscripción. También crearon una segunda silla en honor a otro cliente habitual que había fallecido recientemente.
Los empleados solicitaron permiso a la empresa para mantener la silla en el restaurante, y ahora ocupa un lugar especial en el comedor como un homenaje a Parkin. Para ellos, el gesto no era solo una despedida, sino una forma de inmortalizar su presencia en el lugar donde pasó tantas mañanas.

El último deseo de un hombre que amaba su rutina
Parkin tenía un vínculo tan fuerte con el restaurante que, incluso en sus últimos días en el hospital, pidió que le llevaran su comida favorita. Su hijo, Leo Parkin, cumplió su deseo y le llevó nuggets de pollo, una galleta y un batido, su última comida antes de fallecer.
Cinco meses después de su partida, su hija Jenny Olson regresó al restaurante y se sentó en la silla grabada en su honor. Conmovida, pasó sus dedos sobre la madera y expresó su gratitud a los empleados que hicieron posible el homenaje.
«Lo siento aquí y también en mi corazón. Es un honor tener este recuerdo de él», dijo Olson. La historia de Jerry Parkin demuestra que, a veces, los pequeños momentos de la vida cotidiana pueden crear lazos inquebrantables y que la verdadera comunidad se construye en los lugares más inesperados.