Tiene un refugio para perritos y vende cartón para conseguir alimentos para los animales que cuida

Raúl Yurquina, conocido por su infinita bondad, ha dedicado su vida a cuidar de los perros más necesitados en la ciudad de Buenos Aires. Fundó el Refugio Lucero hace 25 años, un lugar que hoy alberga a 42 perros rescatados de las calles, incluyendo a viejitos, paralíticos y animales con enfermedades graves. La vieja casona en la que reside no tiene conexión de gas, por lo que Raúl depende de una salamandra de hierro fundido, alimentada con leña de quebracho, para mantener el calor durante las frías noches de invierno.


El amor incondicional por los animales

Raúl, de 47 años, perdió su empleo hace una década y desde entonces se ha sostenido económicamente mediante el cartoneo. A pesar de las dificultades, asegura sentirse rico y feliz porque tiene a sus perros, quienes son su verdadera razón de ser. «No me compro ropa, no tengo muebles, solo tengo trapos para los perros. No necesito nada más para ser feliz», dice con convicción. Sus momentos más felices son cuando organiza campañas de castraciones, porque sabe que está contribuyendo a reducir el número de perros que viven y mueren en las calles.


Nacido en Humahuaca, Jujuy, Raúl llegó a Buenos Aires en su juventud y, aunque siempre amó a los perros, nunca imaginó que fundaría un refugio. Hace 25 años, su amor por los animales lo llevó a crear el Refugio Lucero, y desde entonces ha dedicado su vida a ellos. Hace 15 años, después de sobrevivir a una tuberculosis que lo dejó muy débil, perdió su empleo. A pesar de enfrentar un futuro incierto, Raúl nunca dejó de pensar en sus perros, y fue esa preocupación la que lo impulsó a seguir adelante, incluso cuando tuvo que comenzar a trabajar como cartonero.


Un ejemplo de perseverancia y dedicación

Raúl trabaja incansablemente para mantener a sus perros abrigados y alimentados. Todas las noches recorre las calles de Boedo en busca de madera para la salamandra, y cuando logra reunir algo de dinero, lo invierte en leña o comida para los animales. A pesar de su propia necesidad, Raúl prioriza el bienestar de los perros y se asegura de que tengan todo lo que necesitan. «Mientras mis perros estén bien, yo estoy bien», afirma con una sonrisa.


La misión de darles una vida digna a los animales abandonados

El principal objetivo de Raúl es castrar a la mayor cantidad de perros y gatos posible y encontrarles hogares amorosos. Aunque su vida es dura, nunca pierde de vista su misión. Vive casi sin nada, pero asegura que no necesita más que el amor de sus perros para ser feliz. «No tengo gas, no tengo un baño digno, pero igual soy feliz. Mis perros me enseñaron a adaptarme a cualquier situación», dice.

Raúl sabe que su salud puede estar en riesgo, pero prefiere no pensar en ello. Su única preocupación es seguir adelante por el bien de sus perros. «Mis perros me necesitan bien», concluye, mostrando la fortaleza que lo ha llevado a dedicar su vida a aquellos que más lo necesitan.

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